Belisario Jara y las estirpes de la tierra

colonización de Aysén
Pobladores de Chile Chico.

 

 

Por Oscar Aleuy Rojas

 

Nos quedamos con la ufana presencia de Belisario Jara, llena de orgullo no sólo para sus familiares y descendientes directos, quienes nos abren la puerta de la cabaña en Lago Frío, sino para quienes le conocieron en la vida laboral.

Belisario Jara Ulloa nació en Temuco en 1863 y falleció en Coyhaique en 1939. Un hombre culto y carismático, dedicado completamente a la tierra, a las labores de ganado y grandes distancias que sortear. Siempre supo don Jara que su misión era la conquista de los generosos espacios del Aysén, aunque mucho antes sus trabajos le llevaron directamente a comprar ganado en los llanos cordilleranos del sur, incluso tocando los límites de Argentina para entreverarse con el mundo gauchesco de las pampas, abrir las manos generosas para los peones y estancieros y efectuar las transacciones de ganado en muchísimos viajes por la Patagonia.

Mi tío Belisario tenía muchas tierras, tenía una animalada comparable a la de los grandes terratenientes argentinos. Era tan próspero que se hizo de gran fama en todo el sur argentino. La familia se rodeó de grandes lujos, buen vestuario, buena educación, buenos momentos de alegría y comodidad. Eso sí todos mantuvieron vivo el espíritu campesino centralino.

Por más de treinta años en forma ininterrumpida recorrió el vecino país logrando hacerse de una estancia en el sector de El Gastre y dos en Alto Río Mayo, hoy llamada Aldea Beleiro. Desde entonces comenzó a hacer fortuna, con gran esfuerzo y acuciosa dedicación. En aquellos tiempos se respiraban en el vecino país aires de represión hacia pobladores chilenos que vivían y trabajaban en Argentina. El hacendado Jara les protegió y ayudó siempre desde su posición destacada, brindando todo el apoyo que pudo a estos esforzados residentes extranjeros.

Corría 1912 cuando ingresó en forma definitiva desde Alto Río Mayo, avanzando por Lago Castor y estableciéndose en Lago Frío, no sin antes realizar sucesivas incursiones a través de las pampas para abrir caminos transitables con el apoyo de los obreros y peones que le acompañaban en estas difíciles misiones, hombres de bien y de plena confianza de don Belisario, hombres que creían en el futuro que se comenzaba a abrir para ellos, con el propósito de regresar a su terruño y optar por el reintegro definitivo a su país. Era aquella la primera empresa privada que dependía del financiamiento de un particular, y que era llevada adelante gracias al empuje de sus compatriotas que ocupaban las tierras que correspondían a la jurisdicción de la Compañía Ganadera del Aysén. Este suceso histórico constituye una de las incursiones más trascendentales de la época de la colonización de Aysén. Paso a paso, se pueden clarificar las etapas y las resonancias de estos movimientos colonizadores a partir de 1912.

El tío pensaba mucho en su familia, quería que disfrutaran de lo mejor y para eso trabajaba duro, aunque sus contactos en Argentina y Chile le hacían hacer excelentes negocios siempre. Su fortuna era incalculable. Por eso no dudó en invertir en aquellas jornadas del tío Juan, que se convirtió un poco en el hacedor de Coyhaique.

Ese año, don Belisario certifica la salida desde Argentina de 300 yuntas de bueyes, mil vacunos y 5 mil lanares de su propiedad. Aquella no despreciable cantidad de ganado podría perfectamente contraponerse a la realidad mercantil del presente, lo que lograría arrojar una valorización aproximada de unos 1.400 millones de pesos chilenos actuales, sin contar las carretas, los pilcheros, los pertrechos, las semillas, el equipamiento y las armas, además de los salarios de quienes componían esta singular empresa. De esto trata justamente la llamada colonización espontánea, un conjunto de visionarios hombres que lideran movimientos de asunción de territorios, arrastrando toda una generosa disposición economicista que funciona como poderoso motor en marcha. Es el caso de Foitzick, Silva Ormeño, y ahora Jara, todos ellos provistos de un don natural muy necesario para el éxito, unos con mucho dinero, otros con carismas especiales y fortaleza predisposicional. Es preciso regresar a nuestra siempre cercana reflexión sobre la figura delincuencial que proponían estos hombres frente a los mandamases de las compañías ganaderas. En sucesivos y descarnados testimonios familiares hemos constatado la represión que sufrían estos pobladores tempranos, a quienes se les perseguía, mandaba a matar o refrenaba ante cualquier intento de avance por entre los territorios extendidos que administraban los arrendatarios ingleses. Vivían al filo de la navaja, incomunicados y desprestigiados a tal punto que se les conocía como delincuentes o matreros, sólo por el hecho de enfrentar las disposiciones y reglamentos de las estancias y administraciones, en busca de ideales colectivos.

El caso de Belisario Jara Ulloa no escapa a este precedente. El valiente colonizador falleció en marzo de 1939 y sus restos descansan en el cementerio municipal de Coyhaique.

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