Por Andrés Gillmore Socio Fundador Corporación Costa Carrera
Abajo: Foto Lago General Carrera y Cerro Castillo
Si existe una cuestión que ha despertado el interés a lo largo del tiempo en las comunidades regionales, ha sido la reestructuración regional del espacio territorial, al entenderse que el concepto del modelo regional moderno va mucho más allá en su dimensión política y por lo tanto debe considerarse también la idiosincrasia cultural de la forma de ser y del hacer de las comunidades que habitan los territorios y tomarlos en cuenta como base de sustentación de cualquier proyección productiva que quiera incorporarse y se quiera obtener una regionalización sustentable y con proyección de futuro.
La importancia es significativa en este análisis para el mundo regional, porque nos permite desarrollar un catalizador natural de las sensibilidades regionales y transformarlo en un estímulo para la creación de un debate metodológico; es decir, que permita diseñar modelos de desarrollo que respeten las capacidades de carga de los territorios, sin destruir las ventajas comparativas y las denominaciones de origen que cada región posee y en ello fundamentar el sello verde.
Todo lo que tenga que ver con modelos regionales y capacidades de carga, debe perfeccionar los criterios de delimitación y representación de las comunidades y de esa manera avanzar de acuerdo con las potencialidades y las limitaciones naturales de cada territorio, que en muchas regiones son diversas y singulares. De este modo, la metodología y la estrategia deben estar en correlación directa con los escenarios territoriales y en complementación con la diferenciación natural que cada región posee e incluso en sus mismas comunidades, para obtener una integración responsable y de acuerdo con los análisis interpretativos específicos. De esta manera, la lógica de la competitividad territorial surge espontáneamente ante la globalización de la economía regional, produciendo armonía y proyección de futuro y de acuerdo con un modelo superior de desarrollo regional, que respete la forma y el fondo de las comunidades que viven en las regiones.
En buena medida el desarrollo de las regiones ha estado limitado a debates teóricos y proyectos de desarrollo, que no han tomado en cuenta las necesidades de los que habitan los territorios y transformarse en la regionalización que se requiere para hacer de Chile un país desarrollado y con futuro. Aunque se reconoce la urgente necesidad de regionalizar, el centralismo imperante no ha podido ser desestabilizado y el regionalismo es visto por todos los gobiernos como un contrario y no como un aliado para ir por la sustentabilidad.
Aunque se aprobó la ley que nos permitio elegir Gobernadores Regionales, la falta de una verdadera estructura para administrar, se transformo en un gobierno paralelo sin poder alguno y esto esta trayendo complicaciones en la administración regional, ante una ciudadanía llena de expectativas y donde el gobernador no puede cumplir con lo que se requiere. Así, una vez más, a pesar de todo y de todos, nos demuestran que no se han realizado todos los esfuerzos necesarios por afianzar la fortaleza de los beneficios que traerían la regionalización al mundo práctico del desarrollo productivo y de servicios del conocimiento que eso requiere, que le permitirá al mundo regional ver el futuro con tranquilidad.
La búsqueda de los puntos de confluencia desde una perspectiva regionalista es un tema que aun esta abierto y de dimensiones propias, que viene a constituirse en un ejercicio de reflexión de lo que significa realmente la Geografía Territorial de cada una de las regiones para las comunidades que las habitan y tener así la oportunidad de implementar una verdadera relación con las comunidades y proyectar el futuro de una manera trascendental, que hasta ahora no ha ocupado una posición preponderante en la visión política del Chile de todos y que esta en relación directa con las necesidades de las comunidades regionales y no es parte de una estructura metodología territorial regional como se requiere y que este en sintonía con el proceso de renovación que necesitan las regiones para no ser destruidas y contaminadas por la falta de un modelo de desarrollo que este en concordancia con los objetivos.
Los factores que se necesitan para fundamentar un desarrollo sustentable de lo que reconocemos como regional, en la actualidad está falto de la sustentación que se necesita para enfrentar la complejidad del espacio político y del desarrollo productivo que propone la visión regionalista, ante variables coludidas para dejarlo inerte y no tomar en cuenta la diversidad del mundo regional como factor de crecimiento y desarrollo, por intereses proyectados en función de criterios delimitados y aplicados a necesidades que no corresponden en absoluto para precisar los rasgos naturales, históricos y socio-económicos que deben anteponerse en una unidad regional propia y en armonía con su modelo de desarrollo.
La regionalización no es más que la búsqueda de un modelo que esté de acuerdo con la sensibilidad geográfica territorial y que actué en armonía con lo social y lo cultural para afianzar la fortaleza desde la misma región y no de acuerdo a intereses foráneos, como ha estado ocurriendo en las últimas décadas, buscando la diferenciación desde el mismo territorio, ante una homogeneidad que muchas veces es desproporcionada y centralista, que impone condiciones, ante una interpretación regional inadecuada de las discontinuidades del espacio territorial geográfico, que muchas veces es falto de un punto de vista natural y careciendo de una perspectiva de las limitaciones de la territorialidad, ante un sinnúmero de arbitrariedades que ven a las regiones como territorios transables y negociables.